Y aquí está ese algo que se topó en nuestro camino!
La cuarta isla del paseo, llamada Koh Ngai o Ko Hai, no tenía cueva, ni asentamiento gitano, ni murciélagos, ni zona para bucear… pero tenía una playa larga protegida por un arrecife, tan bonita, tan tranquila, y de aguas tan claras, que tras ver que había algunos bungalows libres, a un precio razonable, decidimos bajar nuestras cosas de la barca (a pesar de que teníamos pagado el regreso a Lanta), y quedarnos allí. Por « suerte », la noche anterior habíamos tenido plaga de cucarachas y habíamos decidido cambiar de alojamiento, con lo que llevábamos las mochilas encima. El karma nos compensó la cacería de cucarachas regalándonos la oportunidad de quedarnos en una de las playas más bonitas que hemos visto jamás.
Y así, nos despedimos de nuestros compis de viaje en Lanta, y estuvimos casi tres días en total en Koh Ngai, simplemente caminando por la playa, relajándonos y con bañitos de vez en cuando. Para rizar el rizo, en esta isla se mueve brisa a la tarde, así que a la hora de dormir la sensación de calor es mucho menor. Estuvimos casi solos. Quizás 3 o 4 personas más en varios cientos de metros. Además, la isla tiene jungla justo detrás de la playa. El último día nos dimos un paseo, y descubrimos que había un resort abandonado entre palmeras cocoteras. Si lo hubiéramos sabido antes quizás habríamos ocupado un bungalow en ruinas jeje!
De ahí volvimos a tierra firme e hicimos un pequeño periplo para poder ir a Koh Tarutao ese mismo día. Pagamos un poco más caro el transporte pero creemos que valió la pena ahorrarnos una noche en tierra de nadie.
Tarutao es un parque nacional, de modo que no hay construcciones privadas en la isla. Hay algunos bungalows donde se pueden quedar los habitantes, y quizás sea la más deshabitada de todas las islas grandes de Tailandia: sólo viven los empleados del parque y pernoctan algunos turistas. Tras una primera noche acampando en la playa norte, nos fuimos a la zona más remota donde hay camino, a media isla, y nos quedamos en la bahía de Ao Sone, una playa de 3km compartida con una tienda alojando a 2 franceses, y un italiano-alemán muy simpático, que dormía en uno de los dos bungalows de Ao Sone. Soledad y retiro garantizados! La playa es enorme y es un buen relato del problema ambiental de Tailandia: Ahí no vive nadie, pero las corrientes traen la basura que la gente tira en cualquier otro lado, así que todo a lo largo de la playa, a una decena de metros de la orilla, hay una línea de 3km llena de sillas, zapatos, mecheros, botellas, latas y plásticos de todo tipo, que son una triste marca de hasta dónde llegaron un día las olas… y dan cuenta de la todavía pobre educación ambiental en general de los tailandeses (y posiblemente de más países vecinos)… esperemos que esto cambie 😦 Un punto positivo fue coincidir alli con Olczyek, un polaco que vive en su barco y que tenía que ir a Malasia a renovar su visa. Tarutao era su última parada y pasaba la noche en la bahía de Ao Sone. Un bohemio muy majete. Nos dio además un par de buenos consejos para visitar Angkor, en Camboya, porque el trabaja de vez en cuando allí como guía!
El último día en Tarutao fue posiblemente el mejor de todo el sur. Dimos un bonito paseo a una cascada entre zona de jungla, viendo algo de fauna, incluyendo dos serpientes pitón (no son peligrosas, salvo las muy grandes, pero incluso esas huyen de las personas en primera instancia). Yo obviamente me bañé en la poza, llena de estos peces que se usan en otros sitios para el « fish spa ». Después, ya de vuelta en Ao Sone, conocimos a Andrea, un italiano que había acampado durante 40 días en la cascada y también estaba en una de sus últimas noches en Tarutao! El tipo es un experto en supervivencia y al parecer había encontrado comida en la jungla durante buena parte de este tiempo! Preparamos la cena juntos, colándonos con permiso en la cocina del guarda del parque, y aprendimos a cocinar pad thai, con las indicaciones de la mujer del guarda, que se reía de ver a dos farang quitándole el trabajo. Tras una buena cena y una buena conversación, hicimos un fuego y nos metimos al agua a observar un fenómeno único de estas latitudes: el brillo del fitopláncton. Básicamente, cualquier movimiento en la superficie del agua hace que el plancton genere una luz verde durante un lapso breve, como la chispa de un mechero. Así que imagináos bañarse en la noche, a la luz de un fuego, y viendo cómo las olas, al romper, generan miles de puntos verdes que brillan en la oscuridad. Tras esto, nos fuimos a la tienda… y tachán! A la una de la mañana, y tras cuatro meses y medio sin lluvia en Tarutao, nos cayó tal diluvio que tuvimos que salir corriendo a la caseta del guardia y dejar la tienda. Por suerte, había dejado fuera la llave del bungalow, así que pudimos colarnos, secarnos y dormir tranquilamente en una cama seca con mosquitera…
Al día siguiente, el simpático guarda, Sangrit, se ofreció a acercarnos a la siguiente bahía al norte en su moto. Allí, esperando el camión/taxi conocimos a Eric, un francés ya envejecido, que resultó encantador desde el primer momento, con una visión de la vida muy interesante. No todo el mundo está dispuesto a alternar el limpiar baños en Ginebra unos meses para irse unos meses cada año a pasearse por Asia, y él lo hace con toda la felicidad del mundo. Tras taxis-camión, taxis-barcos y más transporte, llegamos de vuelta a Trang para pillar un bus a Bangkok!
Volvimos un poco apenados de ver cómo se está orientando el turismo de muchas zonas del sur de Tailandia, pero alegres de poder haber encontrado buenos rincones, conocido buena gente, disfrutado buenos momentos, y haber sido parte de unos paisajes dignos de película.
Koh Ngai
Nous ne sommes jamais rentrés… car… on a vu quelque chose en route!
La quatrième île de notre excursion fût l’île de Koh Ngai (ou Koh Hai) où il n’y avait pas grand chose à faire… mis à part s’assoir sur la plage et regarder son eau cristalline scintiller sous le soleil 🙂 La plage est protégée par un recife de corail qui fait que l’eau ne bouge pas et reste parfaitement transparente… Après avoir constaté qu’il y avait quelques bungalows libres le long de la plage pour un prix acceptable, on a descendu nos sacs du bateau et dit au revoir à nos compagnons de route! « Par chance », nous avions reçu une attaque de cafards de grande ampleur la veille et au petit matin, on avait décidé de ne pas rester une nuit de plus dans cet endroit! Nous avions donc toutes nos affaires avec nous dans le bateau et il ne restait plus qu’à les décharger 🙂 Une invasion de cafards nous a valu de rester dormir sur une des plus belles îles qu’on n’ait jamais vu 🙂
Nous sommes donc restés près de 3 jours et 2 nuits à Koh Ngai, à marcher le long de le plage en nous rafraichissant de temps en temps 🙂 Et le soir la brise qui y souffle y fait la chaleur beaucoup plus supportable, et on était presque seuls…
Plus à l’intérieur dans l’île, il y a une épaisse jungle, et si vous la traversez, vous découvrez un ancien resort abandonné au milieu d’une ancienne plantation de cocotiers. Si on avait su, on serait venus plus tôt y squatter un bungalow!
De là, on est rentrés sur la terre ferme, pour faire un bout de trajet sur route avant de nous embarquer pour Koh Tarutao le jour-même (chose peu simple 😉 ) Il faut négocier et savoir se faire avoir… mais ça valait le coup!
Tarutao est un parc national protégé, on n’y trouve ainsi aucune construction « privée » sur l’île. Il y a quelques bungalows pour les quelques habitants et quelques touristes qui y passent et c’est l’île la moins habitée des « grandes » îles du sud de la Thaïlande.
Nous avons choisi de camper pour notre première nuit sur le nord de l’île, puis comme on ne se sentait encore pas assez seuls face à la mer, nous avons poussé plus au sud, vers la plage de Ao Sone, dans un super taxi-camion :). Ao Sone est une plage de 3 km, que nous avons partagé avec deux français qui y avaient planté leur tente, et un alemano-italien qui dormait dans le bungalow voisin du nôtre. Solitude et calme garantis! Malheureusement, cette plage qui pourrait être paradisiaque et normalement propre étant donné le peu de visiteurs, il n’en est rien! Les courants marins y apportent les déchets des îles environnantes et tout ce qui traîne dans l’eau.. ainsi à quelques mètres de la mer, on trouve une ligne de déchets en tout genre, chaussures, chaises, briquets, bouteilles, boîtes de conserve, plastiques colorés… de quoi faire de belles chasses aux trésors… malheureusement! Peut-être les choses changeront-elles un jour…
Le dernier jour dans le sud fut d’après Victor le meilleur… il y avait un peu trop d’animaux peu attrayants à mon goût! Nous sommes allés jusqu’à une cascade perdue dans la jungle, en observant au passage les nombreux lézards, singes, insectes, et surtout pythons (dormant à une trop courte distance de notre bungalow!!) Il paraît que seuls les très grands sont dangereux… mais qu’est-ce qu’un grand python si celui qu’on voit est déjà très gros enroulé sur lui-même?! Victor s’est bien sûr baigné dans la cascade (moi j’étais calmée) ravi d’être dans un « spa fish » naturel, avec tous ces petits poissons qui lui mangeaient la peau.
De retour à Ao Sone, nous avons fait la connaissance d’ Andrea, un italien qui avait campé près de 40 jours au pied de la cascade, et était sur le point de quitter l’île. Le gars est expert en technique de survie et il a réussi a déniché de quoi se nourrir dans la jungle… il était en revanche très déçu de ne pas avoir vu de cobra royal, très présent dans la région…passons!
Lui et Victor ont appris ce soir-là à cuisiner le fameux pad thai(pâtes sautées) avec la femme du gardien, morte de rire de voir ces deux farangs se démener avec le wok. Puis nous avons enchaîné avec un grand feu sur la plage et avons découvert en nous baignant un phénomène unique en son genre: les phytoplanctons luminescents! (Je vous laisse regarder les images sur internet) En gros il s’agit d’un plancton qui génère de la lumière de manière très rapide à chaque mouvement de l’eau. Alors imaginez-vous, vous baigner au clair de lune, à la lumière du feu de bois, au milieu de millier de petits points verts lumineux qui s’illuminent à chaque vague… en vous souvenant aussi des pythons qui viennent bien sûr se rafraîchir aussi à la nuit tombée…!! Puis nous avons décidé de passer la nuit sous la tente… quand soudain, à 1 heure du matin, après plus de 4 mois sans une goutte d’eau sur l’île… l’orage éclata!! Le déluge était tel, que nous avons quitté en courant la tente qui s’inondait pour aller nous réfugier sous le toit du petit restaurant (et moi je manquai me perdre dans la forêt…). Heureusement le gardien avait laissé traîné la clef du bungalow et nous avons pu aller y finir la nuit au sec et sous moustiquaire (des fois que ça protège des pythons) !!
Le jour d’après, le gentil gardien Sangrit nous a emmené en moto à la baie suivante où nous pouvions prendre le taxi/camion pour aller prendre le bateau. Après une panne et un moment réparation, nous sommes arrivés à bon port! Nous avons même eu le temps de petit déjeuner en compagnie d’un sacré monsieur, Eric, plutôt dans l’âge de nos parents disons 😉 qui nous a raconté ses 50 voyages en Asie, qu’il s’est payé en nettoyant les toilettes du salon de Lausanne où il gagnait bien mieux sa vie qu’en France en tant que maître nageur! Un sacré personnage! Puis après le taxi-camion, et le taxi-bateau, nous sommes arrivés à Trang pour prendre le bus de retour à Bangkok. Il était temps de partir car la pluie tombait dru!!
Voilà, nous sommes rentrés vers le nord, un peu déçus du style de tourisme qui envahit le sud du pays. Mais tout de même contents d’avoir trouvé encore quelques recoins préservés, rencontré des gens sympas et intéressants et tout de même avoir vu des paysages dignes de décor cinématographique 😉
Koh Tarutao